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Viviendo con jaguares
historias de coexistencia

Del género animal Panthera, en el que se incluyen el tigre, el león, el leopardo y el leopardo de las nieves, el jaguar es el único miembro presente en América, donde fue venerado por los pueblos antiguos como símbolo de fuerza, poder y conexión con el inframundo.
Desde entonces, el jaguar interrumpe su vida solitaria sólo para aparearse. El resto del tiempo, crepuscular, utiliza sus poderosos músculos para cazar animales que pueden ser mucho más grandes que él. No hay otro rey en las selvas americanas.


En el bosque tropical más extenso de Mesoamérica, la Selva Maya, que cubre partes de Belice, Guatemala y México, vive la segunda población más grande de jaguares del continente. Sin embargo, su presencia se encuentra amenazada por la cacería, las colisiones con vehículos y el desplazamiento de la frontera agropecuaria, que afecta su hábitat.


Uno de los principales conflictos que pone en peligro la supervivencia de esta icónica especie es el enfrentamiento con los ganaderos. Contrario a lo que se piensa, es el ser humano quien invade el hábitat del jaguar y éste, al sufrir una reducción en sus recursos, ataca al ganado. Y, no pocas veces, la represalia del ganadero consiste en cazarlo, rompiendo con ello el delicado equilibrio que mantienen los ecosistemas.

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Para WWF la Selva Maya es una región clave para conservar a la especie y puso en marcha el proyecto trinacional de conservación Salvando al jaguar, el embajador de América.

Buscando promover la coexistencia entre humanos y jaguares articuló un plan que dota a los ganaderos con varios recursos: el impulso de mejores prácticas, que incluyen la construcción de cercos eléctricos que resguardan al ganado y mantienen alejados a los depredadores; el fortalecimiento de la conciencia en las comunidades sobre la importancia de proteger la biodiversidad de la región; y, en México, la asesoría necesaria para que, en caso de depredaciones, puedan solicitar al Fondo de Aseguramiento de la Confederación Nacional de Organizaciones Ganaderas (CNOG) una compensación por el ganado perdido. Todo con la intención de convertir a los productores de ganado en aliados que salvaguarden la vida del jaguar.

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Fernando Contreras, biólogo especializado en fauna silvestre, trabaja con WWF en el proyecto del jaguar, y participa en varias actividades de la Reserva de la Biosfera de Calakmul, en el estado de Campeche, al sur de México, resguardada por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, CONANP.

“En 2018, comencé a colaborar en la Reserva de la Biosfera de Calakmul a través de un proyecto del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD. A partir de ahí, trabajé en un proyecto de conservación del jaguar y del tapir y, en 2020, me integré al equipo de WWF”.

“En Calakmul, estoy vinculado con los productores ganaderos. El objetivo inicial era crear ranchos modelo que permitieran tener una mejor producción en una menor área. Pero los ganaderos se enfrentaron a que sus animales se convertían en presa de los jaguares. Para atender este creciente problema, comenzamos por proteger a pequeños grupos de ganado e iniciamos la instalación de cercos eléctricos, que constan de un panel solar, una fuente de energía y varios metros de cable conductor. También identificamos los lugares de mayor ataque por parte de los felinos. Actualmente brindo atención en los eventos de depredación. Cuando un felino ataca a las vacas o a los borregos, soy el primero en responder. Verifico que se haya efectuado una depredación por parte de un jaguar y hago un vínculo entre la reserva y el productor, facilitando el acceso al Fondo de Aseguramiento”.

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Margarita Martínez y Narciso Cruz son una pareja originaria del ejido de Bel-Ha, en Calakmul; ambos manejan un rancho que comenzó a tener problemas con los jaguares entre 2019 y 2020.

“El jaguar es un animal muy astuto —explica Margarita—, delimita su territorio y sabe cómo llegar hasta el ganado con agilidad y silencio. Tuvimos problemas con uno particularmente inteligente, no se veía ni con la lámpara. Mataba animales grandes como becerros y caballos. Por lo general, los jaguares regresan al lugar donde han atacado y se han alimentado. Éste no, comía una vez y se iba a otro rancho”.

“Cuando esto pasó, buscamos ayuda —continúa Narciso—. Nosotros ya habíamos pensado en un cerco eléctrico pero es costoso, así que cuando WWF nos ofreció apoyo, aceptamos encantados. El cerco ha funcionado perfectamente”.

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Jacinto López, de origen chiapaneco, llegó a la comunidad de Calakmul hace 32 años y desde 2015 se interesó por la producción de ovejas. Su rancho, ubicado en el ejido Nueva Vida, llevaba buen ritmo hasta que, en 2018, comenzó a sufrir las depredaciones de los jaguares. Cada dos semanas, el saldo de ovejas muertas se situaba entre 5 y 15.

“Antes, no teníamos quién nos apoyara con la compensación de nuestras pérdidas. Cuando conocí a Fernando me ayudó a redactar los reportes para el Fondo de Aseguramiento y a crear un pequeño proyecto de cerco eléctrico”, dice Jacinto.

La instalación de los cercos eléctricos no sólo tiene como objetivo la conservación del ganado de cada productor sino la conservación del jaguar y, en consecuencia, de su hábitat.

“Nosotros como comunidad, como ejido, tenemos la responsabilidad de conservar porque es el hogar del jaguar y debemos respetarlo. A pesar de que practicamos la ganadería, conservamos la selva. Y el jaguar es una pieza fundamental. WWF nos ha ayudado a encontrar soluciones para abordar el conflicto en mi ejido y en toda la región. Mi enfoque cambió y llegué incluso a subir al cerro para llevarle agua al jaguar, la depositamos en tinajas de barro. Ellos tienen derecho a esta tierra, nosotros somos los que estamos invadiendo su hogar”.

A Jacinto le entusiasmó tanto la experiencia que ahora es técnico comunitario y colabora con WWF atendiendo eventos de depredación, colocando cercos eléctricos e incentivando a otros productores para que los adopten.

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El trabajo de WWF en la Reserva de la Biosfera de Calakmul no se limita a la colocación de los cercos eléctricos y a los reportes para cobrar los seguros del ganado, como lo tiene muy claro Margarita.

“Llevamos un año trabajando en talleres de conservación del jaguar, viendo como, si nosotros mantenemos su hábitat, nos beneficiamos. Dejar morir al jaguar haría que murieran muchos otros animales de la selva. Donde hay jaguar hay venado, tapir, pavo de monte, faisán. Para mí la selva es como mi casa”.

La iniciativa incluso ha generado beneficios adicionales. La llegada de paneles solares para los cercos, dotó de electricidad a las comunidades y revolucionó su calidad de vida. Ahora hay suministro eléctrico para alimentar lámparas, celulares o refrigeradores, lo que permite a los habitantes de las comunidades también tener luz en las horas de oscuridad y pueden mantener alejados a los depredadores.

Aunque aún es necesario involucrar a más productores y diversificar estrategias para prevenir y mitigar conflictos, los ataques de jaguar han disminuido al 100% en sitios con cercos eléctricos, se ha mejorado significativamente ganadería y la coexistencia entre humanos y jaguares en esta parte de la Selva Maya comienza a verse como una realidad alcanzable.