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La naturaleza, pilar frente a la crisis climática

Posted on 25 November 2019


Por Manuel Pulgar-Vidal*

Nuestro planeta enfrenta una creciente emergencia climática. Solo un aumento dramático en los niveles de ambición de nuestra respuesta colectiva puede evitar esta crisis. Sin embargo, si no concebimos a la naturaleza como el pilar de esta respuesta, reconociendo las interrelaciones que existen entre la pérdida de naturaleza y el cambio climático, así como su potencial para jugar un papel vital en la mitigación del calentamiento global y la adaptación, entonces no será posible lograr una respuesta colectiva ambiciosa.

El reconocimiento de estas interrelaciones está en el corazón del Nuevo Acuerdo para la Naturaleza y las Personas propuesto por WWF. Este Nuevo Acuerdo busca proteger y restaurar la naturaleza en beneficio de las personas y el planeta, garantizando una seguridad alimentaria, la provisión de agua y una mejor calidad de vida para una población global de nueve mil millones de personas, junto con un clima estable y, al mismo tiempo, evitando una extinción masiva de vida silvestre.

Creemos que el Nuevo Acuerdo puede ser una palanca para aumentar la ambición de los objetivos climáticos y de naturaleza en el mundo; además, puede ayudar a garantizar que se cumplan estas ambiciones.

Sin duda, son evidentes los impactos de la crisis climática en nuestros sistemas naturales, así como las consecuencias de la pérdida de naturaleza a causa del clima. El histórico informe de evaluación global de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política en Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), publicado a principios de este año, indicó que el cambio climático es uno de los tres principales causantes de la pérdida de biodiversidad que amenaza con extinguir una cuarta parte de las especies del mundo.

El informe especial sobre los océanos y la criósfera del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) puso en evidencia cómo el aumento de las temperaturas y la acidificación de los océanos amenazan los ecosistemas marinos. Un claro ejemplo son los arrecifes de coral, hogar del 25% de la vida marina, que enfrentarán su completa destrucción para finales de siglo si el mundo se calienta más de 2 °C. Asimismo, el aumento de la temperatura influirá y cambiará la biodiversidad, afectando a quienes dependen de las pesquerías.

Ese estudio siguió al informe especial del IPCC sobre el calentamiento global de 1.5 °C, que clasificó los diferentes impactos sobre la biodiversidad a temperaturas de 1.5° C y 2 °C de calentamiento. Si bien este último escenario resulta más catastrófico que el primero, incluso mantener el riesgo de temperatura global en el fondo del rango probable promete considerables efectos sobre la naturaleza de polo a polo.

La naturaleza también juega un papel importante en la mitigación del cambio climático. Alrededor de un tercio de las reducciones de emisiones necesarias para el 2030 pueden lograrse gracias al sector del uso de la tierra. Es así que la protección y restauración de bosques, humedales y praderas marinas, o el manejo de tierras de cultivo para almacenar más carbono en el suelo, pueden capturar miles de millones de toneladas de dióxido de carbono.

Los ecosistemas naturales saludables también serán cruciales en los esfuerzos de adaptación frente a un clima cambiante. Ya sea que los bosques nos ayuden a manejar la escorrentía por el aumento de las precipitaciones, los manglares nos protejan contra las marejadas ciclónicas o apliquemos técnicas agroforestales para ayudar a los cultivos a enfrentar mejor la sequía, las soluciones basadas en la naturaleza pueden ser el camino para la adaptación humana a un mundo más caliente.

Además, no abordar el tema de la pérdida de naturaleza puede poner en peligro el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) al 2030. Si bien dos de los ODS, vida submarina y vida de ecosistemas terrestres, hablan directamente sobre proteger y conservar la naturaleza, el logro de muchos otros objetivos de desarrollo será simplemente imposible si no contamos con ecosistemas saludables.

Entonces, ¿cómo podemos unir la ambición climática y la protección de la naturaleza, y poner a trabajar una al servicio de la otra?

En concreto, necesitamos un nuevo pacto social, tanto a nivel internacional como nacional, para hacer frente a la pérdida de naturaleza de una manera más ambiciosa de lo que venimos haciendo. Dentro del contexto internacional, el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) del próximo año presenta una de esas oportunidades. Un sólido acuerdo post-2020 para la naturaleza durante el CDB es necesario, pero no suficiente.

Además, los gobiernos tienen la oportunidad de ser más ambiciosos y abordar mejor el tema de la naturaleza en las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), las cuales deberían ser actualizadas como parte del proceso de revisión incorporado en el Acuerdo de París. Muchas de las NDC actuales ya reconocen el potencial de una mejor gestión de recursos naturales para la reducción de emisiones y la adaptación, lo cual facilita una sólida plataforma para mejoras.

Estas NDC revisadas podrían promover una mejor incorporación e integración de la naturaleza en la toma de decisiones a nivel nacional. Muy a menudo, las leyes y regulaciones nacionales se presentan sin tener en cuenta sus impactos en la naturaleza, los ecosistemas y la biodiversidad.

Una mejor conexión de la naturaleza con la economía ayudará a poner en relieve el valor que tiene esta para los negocios. Según el Informe Planeta Vivo de WWF, se estima que los servicios ecosistémicos tienen un valor de $125 trillones al año, una contribución inimaginable que simplemente no se puede replicar. Asimismo, el informe sobre la naturaleza de los riesgos de WWF establece que los riesgos relacionados con la naturaleza no están siendo abordados adecuadamente por las empresas y que deben tenerse en cuenta junto con los riesgos climáticos, ya que están íntimamente interconectados.

Existe la necesidad de una Comisión Global de Naturaleza y Economía, que refleje el trabajo realizado por la Comisión Global sobre la Economía y el Clima, también conocida como la Nueva Economía del Clima, que expone el caso económico para un crecimiento más limpio y climáticamente inteligente. Esta Comisión evaluaría cómo los países y el sector empresarial pueden lograr un crecimiento económico mientras se enfrentan a los riesgos de pérdida acelerada de la naturaleza.

Del mismo modo, las corporaciones podrían aprender de la agenda de acción climática, adaptando las lecciones que han aprendido desarrollando objetivos de reducción de emisiones basados en la ciencia. Estos objetivos ayudan a las empresas a alinear sus estrategias de negocios con lo que los científicos del clima dicen que es necesario para proteger el ambiente. Estas técnicas podrían aplicarse también a la prevención de la pérdida de naturaleza.

Es evidente que existe una creciente preocupación en todo el mundo sobre el cambio climático, en particular, pero no exclusivamente, entre los jóvenes, donde la pérdida de la naturaleza forma cada vez más parte de esta emergencia mundial. Un Nuevo Acuerdo para la Naturaleza y las Personas brinda la oportunidad de canalizar y amplificar esta preocupación hacia una agenda más amplia que reconoce que la naturaleza debe estar en el centro de la agenda climática, y viceversa.

* Líder de la Iniciativa Global Clima y Energía de WWF
La naturaleza es clave en la crisis climática
© Brent Stirton / Getty Images